miércoles, 23 de diciembre de 2009

Estamos inmersos en la cultura de la droga

Estamos inmersos en la cultura de la droga. Es imposible abstraerse de tener contacto con el alcohol, el cigarrillo, café, té o mate, bebidas colas y energizantes, drogas ilícitas. Nuestros niños conviven a diario con ellas, sin embargo no todos son adictos. Se comienza con el uso, luego el abuso y finalmente la adicción. Pero no es adicto el que quiere sino el que puede. Hay factores que lo precipitan, desde neurohormonales a psicológicos.
El alcohol es la principal droga. No reconocida como tal porque es social. Sin embargo mata igual que la cocaína o el éxtasis. La marihuana la «droga abre puertas» produce 50 veces más cáncer que el cigarrillo, además de producir esterilidad y alteración de la memoria. La cocaína da una dilatación del corazón tan importante que a veces el primer consumo es fatal. El paco la peor droga que hay, la más adictiva, la más destructiva. Es mortal 100%. El pegamento, droga de pobres, hace que los niños que la inhalen tengan una expectativa de vida de no más de 18 años. Las drogas tecno, éxtasis, Popper, ketamina, etc., hacen que quien las consuma pierdan su voluntad por lo tanto se utilizan para violaciones en las disco.
La pregunta es «porque» se drogan. Estos niños tienen un «agujero negro» en su esfera psico-emocional que hace que deba ser ocupado por algo. Debería ser llenado con amor, contención, preocupación, revalorización, aumento de autoestima, familia, etc. pero ante esa ausencia se recurre a la droga, para llenar falsa y mortalmente esas necesidades.
La reacción de la familia al saber que su hijo consume drogas al comienzo es la «negación», luego el encubrimiento, para terminar en la complicidad ya que la familia sabe que si el hijo sale a robar corre el riesgo que lo apresen, entonces le proveen el dinero para que esto no ocurra.
El rol que juega la familia en todo esto es importantísimo. Uno de los principales motivos por el cual se recurre a la droga es la falta de contención, de acompañamiento y de afecto. Ese niño se siente solo, desamparado, no amado, vulnerable y en búsqueda permanente de su identidad.
Cuando no hay imagen personal positiva, confianza en sí mismo, escala de valores y un proyecto de vida se busca por otros caminos.
La familia debería poner límites, comunicarse más con sus hijos, hablar con ellos del futuro, conocer a los amigos; ser padres «metidos» y seguramente la droga tendrá más dificultad para entrar en su casa.
La única forma de combatir a la droga es con la prevención. Que existan programas en las escuelas para hablar de ella. No tener miedo. Que el Estado provea de elementos para la rehabilitación. No hay que permitir que nuestros hijos sean víctimas de ese asesino que impiadosamente acaba con la vida de ellos. Todos, de una manera u otra, podemos ayudar. Sólo hay que decidirse.
Dr. Sergio Barrile

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